Además de la alimentación, existen otros hábitos de vida que pueden afectar positiva o negativamente a la producción de testosterona.
Algunos de ellos son:
El ejercicio físico:
El ejercicio físico regular es uno de los mejores aliados para aumentar la testosterona, especialmente el entrenamiento de fuerza y el entrenamiento aeróbico de alta intensidad. Estos tipos de ejercicio estimulan la liberación de hormonas anabólicas, como la testosterona y la hormona del crecimiento, y también mejoran la composición corporal, reduciendo la grasa y aumentando el músculo.
El sueño:
El sueño es fundamental para la recuperación y el equilibrio hormonal. Durante el sueño se produce una mayor secreción de testosterona, por lo que dormir mal o poco puede disminuir los niveles de esta hormona. Se recomienda dormir entre 7 y 9 horas al día, siguiendo un horario regular y evitando las distracciones antes de acostarse.
El estrés:
El estrés crónico es uno de los peores enemigos de la testosterona, ya que provoca un aumento del cortisol, una hormona catabólica que inhibe la producción de testosterona y favorece el almacenamiento de grasa abdominal. Para reducir el estrés se pueden practicar técnicas de relajación, meditación, respiración o yoga.